Reseña realizada por Fr. Rafael SANZ (OFM, Instituto Teológico de Murcia). Archivo Ibero-Americano 80, nº 291 (2020): pp. 757-759
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Ahora incluye una sección de cocina, que también ha sido aludida en volúmenes anteriores, cuando trataba del obrador de las Religiosas. Destaco enseguida la relación resumen de Antonio Gil Albarracín, que dedica más de 130 pp. (233-358), con una apretada descripción, a los congresos y cursos celebrados, con los detalles de esta amplia recensión; es verdad que hay muchas páginas de fotografías y detalles de los participantes, que son un poco superfluas, ya que no tenemos constancia de quiénes son todos ellos y de los lugares donde los eventos se sucedieron; pero quede constancia de la amplitud y variedad del contenido.
Las ponencias comprenden un amplio panorama, desde el arte de la ciudad de Borja (pp. 13-40) con ilustraciones, a la Capilla de la Inmaculada de Palermo (pp. 41-55), fastuosamente decorada en el Convento de San Francisco, o las cátedras de filosofía y teología moral en los conventos cordobeses de la Provincia Franciscana de Granada en el siglo XVIII (pp. 57-84) con todos los nombramientos.
Los cancioneros y el papel de las hermandades es el tema de A. Bermúdez Castro en lo que se refiere al Rosario de la aurora (pp. 85-94 con su antología de coplas); V. Pascual Carrión nos recuerda la imaginería de Salzillo en las fundaciones franciscanas de Albacete, siempre bien documentado (pp. 95-109). Un curioso poema dramático titulado «El Caballero Asisio» de Fr. Gabriel de Mata, publicado dos veces, en Bilbao 1587 y Logroño 1589, es de una versificación notable y con los episodios de la vida de san Francisco fielmente reflejados (pp. 111-125).
Pasamos después al Nuevo Mundo y a la arquitectura franciscana en los conventos de Brasil, por Maria Angélica da Silva (pp. 127-145) con buenas ilustraciones de dichos edificios. Pero no sólo, de Llerena y su abundante tradición franciscana nos informa Carmen Díez González (pp. 147-164) y sobre las marcas de propiedad de dos conventos significativos, de Lisboa y Évora (pp. 165-195) nos ilustran María do Ceu Simoês Tereno y María Filomena Monteiro, de fundación muy temprana, 1217-1224, y de evolución posterior hasta 1834.
Al templo franciscano de San Agustín de Almería dedica el arquitecto Juan F. Escámez su estudio (pp. 197-212) y se completa esta información iconográfica con los mártires de Nagasaki, no sólo del siglo xvii, sino desde el principio (cf. p. 217s) y antes hay que decir que es san Martín de la Ascensión, no «de Asencio» (p. 216). A Doña Emilia Pardo Bazán dedica su contribución Julián Hurtado de Molina Delgado, cronista de Córdoba (pp. 359–368), cuya afición franciscana está bien docu mentada en sus obras; la evangelización en Nueva España es el tema tocado por Juan I. Jurado-Centurión López y a la localidad de Viso de Alcor la presencia franciscana en el convento del Corpus y en la iglesia del pueblo (pp. 387–396). Una curiosísima contribución es la que Ismael Cristóbal Montero Díaz e Inmaculada Herencia Lavirgen dedican a san Francisco en la ruta de la seda, a partir de la presencia en Tierra Santa y de los viajes a Oriente que emprenden algunos frailes (pp. 398-427).
Las representaciones de san Francisco en Carmona (convento de Santa Clara, pp.429-438) son de una riqueza notable del barroco andaluz, pintura y escultura. Las misiones retoman su presencia de nuevo en la contribución de Antonio Moreno Hurtado, sobre Fr. Jerónimo José De Cabra, del siglo xviii, y su fundación del Seminario de educación e instrucción (p. 453) y sobre el convento de San Esteban de Priego, más conocido como San Fran cisco (pp. 455-532), un gran complejo sin duda con muchas dependencias, signo de su desarrollo en el tiempo. La documentación es excelente. El sermón de las aves de Fr. Miguel Jerónimo Terrero (1724) es el tema de Francisco Javier Quintana Álvarez; el fraile era de Gibraltar y estuvo vinculado al convento de Arcos de la Frontera. A la san tidad de Fr. Juan de la Puebla, fundador de los descalzos, dedica Salvador Rodríguez Becerra su estudio, tomando como referencia la Historia de la Santa Provincia de los Ángeles de Fr. Andrés de Guadalupe (pp. 585-612).
Por último, el coloquio erasmiano «Exequias seráficas», que es un tanto antifranciscano y de visión negativa de la Orden (pp. 691-706). La crónica gráfica cierra esta reseña tan exhaustiva y fatigosa, que quizá no necesita tanta ilustración secundaria para dar cuenta del temario tan interesante.
Fr. Rafael Sanz ofm
Instituto Teológico de Murcia ofm
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